REFLEXIONANDO ENTRE EMBRIÓN Y EMBRIÓN

Aquí os dejo hoy la reflexión de M. I. N. C. Se trata del texto de una antigua participante del taller Ser mujer y no ser madre de la temporada 2017/18. En este texto se trata su situación actual con su no maternidad, sus pensamientos y sentimientos actuales más profundos con respecto a esta circunstancia que la ha tocado vivir. El poder escribir, compartir y expresar todo esto es un acto de valentía.y coraje, de comuicación del alma y de generosidad, por ello muchas gracias.

Hace algo más de dos años, mi proyecto sobre la maternidad se derrumbó y entré en un proyecto paralelo sobre cómo ser madre a pesar de que mi cuerpo no está preparado para ello. Me preparé física y emocionalmente e inicié un tratamiento de fecundación invitro. Mi primer embrión se implantó, pero fue un embarazo ectópico y, con todo lo que en mi caso ha supuesto, ahora he de esperar entre uno y dos años para que mi útero cicatrice y volver a intentarlo.

En todo este tramo no he parado de pensar, de leer, de escribir, de valorar y de respirar para que mi cabeza no se vuelva loca. Uno de los textos que me llegó tras hacer el taller de “ser mujer y no ser madre”, me ha dado mucho para reflexionar…

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Una de las cosas con las que me quedo es con la idea de alargar un duelo durante años y las consecuencias que eso puede llegar a tener. En realidad, ya lo había pensado y creo que por eso mi marido y yo hemos tomado decisiones de dónde poner límites sobre el tratamiento: no habrá más estimulación ovárica, si ninguno de los cuatro embriones restantes sale adelante, esto no es para mí y si en alguno de estos intentos vuelve a haber un embarazo ectópico también pararemos. He temido por mi salud y hasta por mi vida, no quiero volver a pasar por ello. Aun así, esto es algo que me da mucho miedo: vivir durante años de mi vida doliéndome por la no maternidad a través de embriones que no se implantan, embarazos ectópicos o abortos… me aterra embarcarme en un proyecto con todos estos riesgos, corrijo, me aterra haberme embarcado en esto, estarlo viviendo y no saber qué me queda por sufrir.

Me da miedo construir sobre vacío, sin tierra sobre los pies y de ahí todas mis múltiples dudas con el trabajo y la posibilidad de opositar, cada idea nueva que me nace siento que arranca con fuerza, como una luz que me levanta y en la que me sumerjo, y sin saber cómo ni cuándo, pierde peso y se hunde, o si no lo hace, que podría hundirse muy fácilmente. Y me esfuerzo por rellenar de tierra para que no haya hundimientos, trato de ser prudente a la hora de embarcarme en cosas nuevas porque que todo parte desde un vacío y me atraviesa la duda constante de valorar desde dónde me nacen las cosas. Da igual si construyo desde algo verdadero, porque también es verdadero y trascendental ese otro vacío que tengo con no poder ser madre.

Me da mucho miedo que mi salud mental sufra (aún más), porque además con ella se iría eso que me he esforzado tantísimo en construir desde hace 12 años desde que inicié la carrera: mi profesión. Algo que me encanta y he construido con todo mi deseo, energía y entrega.

Otra cosa que me quedo mucho es ese cambio de rol que la mujer está sufriendo. Si no soy madre… ¿dónde voy a poner todo eso que ha crecido en mí y conmigo que es el cuidado maternal? No me identifico con esa mujer de éxito laboral o que en cierto modo vive para trabajar, no quiero eso. Cuando empecé a ver pacientes me dije a mi misma: esto tiene un peligro y no quiero que me pase, cuidar a tantos pacientes que no me quede energía para cuidar a los míos, mi vida personal. Y me enorgullezco porque creo que en gran medida he podido cumplir eso hasta ahora, dejar energía para los míos. Pero si no soy madre… ¿qué hago con ese cuidado que viene del rol tradicional de la mujer? otro susto para mi cuerpo y otro vacío. Para mí lo familiar, criar hijos y estar en familia sigue siendo una prioridad y un deseo, aunque ya no esté tan de moda.

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Aún no es momento de resolver todo esto, es algo con lo que convivir esperando que llegue el momento de cerrar de la forma que corresponda. Pero también me asusta el tener que «morir» para que algo nueva ocurra, no quiero morir y, en realidad, ya he muerto en este sentido.

Caí en ese colmo de la retroflexión y desvalorización… deseé que mi marido me dejara o dejarle yo, aunque le quiero con locura. Me creí que, aunque iba a ser duro, él lo superaría y reharía su vida ¡y podría tener hijos! Yo no, yo ya había muerto en ese sentido, qué más daba lo demás… Sentía que una separación podía ser que al menos él se salvara de este sufrimiento que me desgarra el alma. Él se empeñó en sacarme de esta desvalorización y doy gracias porque fuera fuerte, yo no lo fui. Gracias a él he podido reconstruir tras esta parte de mi que murió.

Y a pesar de todo, he conseguido soltar, dejar morir todas esas cosas que jamás me pasarán: quedarme embarazada naturalmente o tener un parto natural, sin cesárea, es algo que ha muerto en mí, no son para mí y es algo que he soltado. Lo que aún me niego a soltar y no es momento, es la idea, la posibilidad, el milagro de que quizá algún día sea madre de un hijo nuestro”.

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2 comentarios en “REFLEXIONANDO ENTRE EMBRIÓN Y EMBRIÓN

  1. Carolina dijo:

    Me sale decir que nunca se sabe lo que la vida nos tiene preparado. Haz aquello que te nace sin mirar tanto de dónde procede ese deseo o necesidad, al final son senderos que tenemos que pisar por alguna razón vital que se nos escapa muchas veces del entendimiento, pero no por ello son menos veraces.
    Hace un tiempo me encontraba como tú, sin saber si sería mamá. Ahora estoy a un mes de dar a luz y lo que era casi imposible se ha materializado de forma espontánea y sin esperarlo.
    Entre ese primer embrión no logrado y este ser que llevo dentro he saltado en algunos charcos, algunos los disfruté. La idea de no ser madre siempre me dejaba un poso de tristeza y vacío, pero logré sentir que puedo ser plena con hijos y sin ellos, que eso depende de otras muchas cuestiones.
    Te deseo toda la suerte, y sólo decir que muchas mujeres entendemos lo que cuentas. Un abrazo.

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  2. guiem71 dijo:

    ¡La de recuerdos y emociones que me ha evocado este texto!, porque a mi mujer y a mí también nos costó mucho tener hijos.
    Hubo momentos malos y grandes decepciones, especialmente cuando se sucedían los intentos fallidos. Psicológicamente era duro, y mucho más para mi mujer, porque además ella tenía que soportar la carga física y los «chutes» hormonales.
    Necesitamos 5 intentos de fecundación artificial y 3 de invitro hasta conseguir el tan ansiado embarazo (con amenazas de aborto, riesgo alto de malformaciones, problemas en los riñones, parto complicado que terminó en cesárea de urgencia e ingreso en la UCI durante una semana al día de nacer). Afortunadamente, la madre y el niño se recuperaron bien, y actualmente es un niño sano de 11 años.
    Además, el problema que había imposibilitado el embarazo por medios naturales (que el PH interno fulminaba a los espermatozoides), desapareció a raíz de los cambios que ocurren en cuerpo de la mujer tras un embarazo, así que 7 meses después de nacer nuestro niño-milagro, nos embarazamos de forma natural de nuestro niño-sorpresa, que actualmente tiene 10 años.
    Por todo esto que he explicado, estoy muy sensibilizado con estos temas, tan delicados y personales. No creo que se puedan dar consejos, porque cada caso es único y hay que vivirlo en carne propia.
    Sólo quería dar mi testimonio, y dejar un mensaje de ánimo a todas aquellas personas que se encuentren en esas circunstancias.

    Un abrazo
    Guille

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