Cuando hace apenas un día que me acabo de unir a un grupo de Facebook que se llama soltando el sueño de la maternidad/paternidad, dónde mujeres de todo el mundo que han conseguido “liberarse” de su sueño y deseo de ser madres, comparten experiencias y se juntan, Carolina Tienda, una antigua paciente mía y miembro del segundo grupo de mujeres valientes que osaron entrar a mirar su herida en mi taller, justamente me manda este texto tan bien escrito que me gustaría mucho compartir aquí. El texto habla del tiempo, la edad, así como de las circunstancias de una generación de mujeres como hasta ahora no ha existido. Las No madres. Animo a leerlo, es un gusto.
DIVAGACIONES….
Estas palabras nacen de momentos, de pequeños instantes de angustia, donde me digo a mí misma qué estoy haciendo con mi vida, a dónde quiero dirigirme…
Estoy refiriéndome fundamentalmente a esa variable llamada “edad” y que, con mayor o menor frecuencia, todos hemos notado su peso en distintos momentos. Variable fastidiosa y a la par una bendita.
De la edad se dice de todo: “eso te lo dan los años; juventud divino tesoro; cada cosa tiene su edad; hay tiempo para todo; esto sí te corresponde; esto no te corresponde por edad…”, y así un sinfín de creencias dispares entre sí que de un modo u otro nos han marcado y nos marca como miguitas de pan que te dicen el camino de vuelta a casa.
Yo soy de esa generación que nació en la década de los 80, nací con la democracia, con una España que se abría a Europa y formaba parte de ella. Me cambiaron a temprana edad el sistema educativo y formé parte de ese primer batallón que iniciaba la famosa ESO, y que nadie sabía lo que eso era. Lo que se sabía es que ya no nos iban a valer los libros de los hermanos nunca jamás. Y algo tan baladí como es que nunca más te valgan los libros de los hermanos, hoy gana mucho significado en mi persona y en estas líneas. Porque sí, así es, no nos vale como los otros hacían, pensaban y el modelo de vida que seguían.
Antes de meterme de lleno en la brecha generacional, he observado que entre mi madre y sus coetáneas, que ahora están casi rozando la jubilación o recién estrenándola, no ha existido una diferencia abismal con sus madres, nuestras abuelas, en lo que se refiere al modelo de vida. Las mayores les dejaron el camino arado a las menores para que estas lo siguieran; el camino de la decencia, el de dar con un buen hombre y formar una familia, el de vivir por y para los hijos, el de ser el pilar de carga de la casa –en su sentido más amplio-, el de la dedicación abnegada, el de ser la primera en levantarse y la última en acostarse…
Y ahora tanto a mí como a las de mi generación nos vuelve a suceder lo mismo, que ya no nos valen esos libros que generaciones de mujeres atrás han escrito con su andar diario. No nos valen y a la vez, son los únicos que tenemos para echar un vistazo. Únicamente nos han servido para tomar referencias de aquello que para nosotras no queríamos. No queremos ser cómplices de tomar la decisión de no poder avanzar profesionalmente, de no poder echarnos la manta a la cabeza y ser unas insensatas rompiendo normas, de anteponer a un marido y a unos hijos por encima de la propia felicidad como si nuestra felicidad y deseo no fueran complementarios al bienestar de los de alrededor.
Por todo eso afirmo, que a las mías y a mí misma nos faltan referentes de conjunto que estén acordes a esta vida compleja, que nos den la posibilidad de andar con las pocas verdades que existen en la vida, sin que se produzcan esas interferencias que llegan desde el más allá como por invocación, y nos susurran al oído que debemos hacer, haciendo que no exista una conformidad y un equilibrio entre la realidad de cada una y lo que con su andar predica, con aquello que viene en los únicos libros que poseemos.
Y en efecto, no tenemos los libros que se ajustan al presente de la mujer, a esa mirada abierta a poder cambiar las cosas, a poder decidir ser madre soltera o a no serlo. Libros donde la variable tiempo sea eso, una variable que condiciona en algunas cosas pero que no tiene porque ser determinante. Donde el tiempo, al igual que pasa con las viejas y medievales instituciones, también tiene que suavizarse y relativizarse y no puede ser un instrumento de tortura, sino algo más como pueden ser los sueños y las ganas de explorar caminos poco explotados.
Tenemos una obligación para con nosotras mismas y con las generaciones venideras. Hemos sido elegidas como pioneras de un modelo distinto de mujer, así nos lo dice el alma. Hay que ponerse manos a la obra, son muchos los libros que debemos escribir para trazar ese camino que otras recorrerán para que, pasado un buen tiempo, nazca otro pequeño batallón perdido y sin brújula que verán en nuestros textos lo que no quieren para con ellas y empiecen nuevas historias….
CAROLINA TIENDA
Maravillosas reflexiones,sabias palabras…
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