Después de dos meses de terminado el tercer grupo del taller SER MUJER Y NO SER MADRE, me llega este texto de una de sus participantes. Es un texto cargado de verdad y de una experiencia tan magnífica y verdadera que lo quiero compartir porque me parece que está francamente bien escrito, porque expresa muy bien su vivencia y proceso en el grupo y me gusta mucho como escribe esta chica.
Gracias Laura Ramirez.
“Ser mujer y no ser madre
Lo primero que quiero decir, como cada sábado que nos despedíamos es gracias, muchas gracias, Emi. La palabra que me salía de dentro como colofón del día era siempre esta.
Gracias por estos siete meses de arrope, de apoyo, de refugio, de luz.
Mi historia personal es más de gestación prolongada, nací más tarde de las cuentas en un parto doloroso y largo, me ha dicho desde siempre mi madre. Y hubiera podido quedarme ahí dentro. He visto que esta sensación me ha acompañado desde entonces.
La sensación de que hablo es de miedo… supongo que a la vida, a ser, a salir, a crecer, a exponerme. Siento que esta sensación juega un papel importante en mi no maternidad. Hay más cosas en las que no entraré aquí, pero esta me parece suficientemente influyente en mi decisión, consciente o no, de no procrear.
Aún así, no es que no haya tenido deseo de ser madre alguna vez. He indagado en mis motivos, y son igual de cutres que los del resto, me creía especial yo… al final lo que te mueve es cuidar de alguien, sentirte acompañada, continuada, que cobre sentido el absurdo.
Hace no demasiado pasé por un momento que vi propicio para ir adelante con ello, una pareja que consideré adecuada, un proyecto vital ilusionante que me acercaron a la idea de ser madre. Una decisión así no es cualquier cosa para una pareja de mujeres, no sucederá por casualidad, por despiste, si quieres ser madre con otra mujer has de ponerte seriamente a ello. No nos vale el despiste de una borrachera sin condón, nunca se romperá tu preservativo, ni el mío, no servirán las risas entre las que te quieres cualquier fin de semana, no habrá nunca casualidad que valga en una tarde de sofá a lo tonto. Es un proceso artificioso y artificial. Totalmente consciente. Complicado, lleno de muros cósmicos, de decisiones raras sin punto de partida que fuera del heteropatriarcado no hallan marco visible, apenas existe jurisprudencia, los precedentes están desperdigados… y te cuesta situarte, no confundirte, hacer, dejar hacer, devanarte los sesos y el coño buscando cómo será mejor. Para ella o él, o ellas, o ellos. Para ti y para mí, para nosotras. Y para el padre, si es que queremos saber quién es. Para nuestras familias. Montar una familia al uso en un total desuso de las buenas costumbres. No es fácil, no.
Al final no fui madre, ella sí que lo es. No supimos hacerlo juntas. Y el asunto me dejó dañada.
He encontrado en este grupo de mujeres un lugar donde parar a restaurarme, he tenido esa suerte. Un lugar donde plantearme y plantear preguntas, dudas, y encontrar o no respuestas, pero libre de juicios y lleno de escucha.
He escrito cada daño, he revisado aciertos, errores, coherencias contrapuestas por aquí y por allá. He mirado a cada una de las mujeres del grupo con unos ojos nuevos, limpitos, recién estrenados para la ocasión. Y he visto maravillas. De cada cual la suya, la nuestra, la de todas.
Me han abierto con fuerza, he sentido el poder de otras, una tensión antigua, mi no disposición, me han crecido cual flor emponzoñada que no quisiera luz.
He reeditado el goce de ser una mujer sin pegas, sin atisbos de censura, sin juicios de valores ajenos a mi ser. He aprendido a ser yo con lo que trajo el viento, lo que he ido recogiendo de entre el cielo y el suelo. He conseguido permiso para librarme de invalidaciones ajenas. Merecimiento de amor, que no es cosa menor, con mis taras de serie, actitudes y agresividades no preceptivas.
He bailado al ritmo del agua de por dentro, reconocí a mi útero, junto a otros, cada uno distinto.
He dibujado a las mujeres de mi familia para poder mirarlas. Y contemplar la estampa, poder pertenecer. Me he buscado un contexto propicio para todas. Desde el que poder heredar la potencia, la palabra, la alegría de mujeres fuertes contra vientos, mareas, y machismos que vuelan sobre nuestras cabezas. Y ahí siguen, resistentes. El legado de sangre me llega del revés, también le he dado vuelta a esta cuestión. Me he perdonado casi todo, hasta el desagradecimiento. Aprendí que quedarme puede ser una opción, les he pedido pertenecer.
Sacamos a la palestra menstruaciones, dolorosas o no, o menopausias lentas, o largas, o deseadas, ovarios cansados, óvulos, sangre, miedo al parto. El miedo a que te violen y te dejen preñada y tengas que tenerlo. Rescatamos los aspectos secuestrados en todas las culturas.
He visto a malas madres querer tanto a sus hijas que no queda ya nada que reprochar por nadie. He conocido a madres sin descendencia, a mujeres valientes que ponen de su parte lo que ya no les queda, y ahí siguen, ahí quedan para orgullo y disfrute de todas.
He vivido y sentido una sororidad que aún no está en diccionarios, en reales academias, ni en centros comerciales. He sentido verdad. Y amor del bueno, qué coño.
¡Me han parido entre dos! Qué gozada, qué gusto. Un parto nuevecito para mí, para todas. Gracias a mis matronas recién estrenaditas.
Me he comprometido a quererme, a cantar, a bailar, a bajar la cabeza, y a reconocer más o menos cuándo toca cada cosa. A dejar de querer entenderlo todo.
Y para terminar como siempre, gracias. A todas, por la generosidad, la valentía, las risas, las lágrimas y los abrazos. A Laura, por estar, por atreverte. Y a ti, Emi, mil gracias. Por el espacio, por el tiempo, por repartirte y compartirte, por la llama, por hacernos arder y renacer. Por la vida. Mil gracias a ti y a la madre que te parió.”
Laura Ramirez Martín